La presión arterial aumenta durante los ataques
de ira y tarda unos siete días en disminuir. Los enfados se nos pasan,
pero el cuerpo sigue sufriendo aunque no nos demos cuenta.
Estas son las conclusiones de una investigación publicada por el
International Journal of Psychophysiology recogida por el diario The
Independent, que refleja que "incluso después de una semana, no se
presentan indicios de ningún tipo de reducción de los efectos".
La ira se ha relacionado habitualmente con un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y otros problemas de salud.
La investigación, cuyos resultados han sido obtenidos gracias a la
colaboración de un grupo de pacientes voluntarios, indica que el
endurecimiento de las arterias avanza más rápido en personas hostiles,
'de enfado fácil'. Las hormonas de estrés comprimen los vasos
sanguíneos, elevan la presión arterial y aceleran el latido del
corazón.
"Los acontecimientos estresantes tienen la posibilidad de seguir
haciendo daño mucho tiempo después de que se terminen", afirma uno de
los investigadores.
Fuente:20minutos.es
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