Aprenda: el dengue es una enfermedad producida por un virus; cuando este se mete al cuerpo causa daños, y aunque al principio parece como una gripa, puede llegar a ser más peligroso que una balacera en un ascensor. No es por asustarlo.
El mosco: ese virus es transmitido por la hembra de un pinche zancudo que, por más nombre de artista italiano que tenga, no deja de ser calentano: Aedes aegypti. Él es cobarde al frío, así que no existe en el altiplano, pero tan pronto usted pasa el primer peaje, ahí lo está esperando.
Pilas con el criadero:
el mísero mosco, o vector que llaman los expertos, se adaptó a los
ambientes urbanos y deposita sus huevos sobre las paredes internas de
cualquier tipo de recipiente artificial que contenga agua. Para que se
conviertan en larvas es necesario que esta los tape.
Es tan melindrosa la mosquita que no los pone en charcos o zanjas. Prefiere la casita de otro.
Así que cuidadito: por lo anterior, es necesario lavar todos los días y cambiar el agua del bebedero de perros y gatos y de los floreros; los tanques de agua deben permanecer bien tapados y dejar los baldes boca abajo. Eliminar llantas, botellas y otros desechos donde se acumule el líquido, es prioridad. Deje de coleccionar basura.
Las piscinas:
hay que tener cuidado con las inflables, pues el mosquito deja sus
huevos en las paredes, y por más que se use cloro o se mantenga limpia
el agua, si esta sube y los cubre les da la posibilidad de volverse
larvas.
Aunque todo indica que al tal Aedes no es que le gusten
mucho las piscinas grandes y de material acrílico o de cemento, no hay
que confiarse: lave bien los bordes a diario y limpie los restos de
agua que quedan alrededor. No todo es paseo. ¡Deje la pereza!
Cuídese de ellas:
aquí son las hembras las chupasangre, pues necesitan la sangre humana o
animal para que sus huevos maduren. Cómo serán de sobadas que a ellos
los tienen a punta de jugo (néctar).
Caprichosas: las muy
diablas prefieren picar de día, pero también les gustan las luces
artificiales intensas. Claro que si tiene hambre no se pone con
reparos: igual pica. Así que no está de más que deje las lucecitas de
los cuartos apagadas. Ahorrará energía y una roncha.
Fumigue: aunque es clave erradicar los criaderos, también es necesario combatir al mosco adulto aplicando insecticidas que, en el caso de los cuartos, debe hacerse de día y con buena ventilación. Ni se le ocurra hacer esto de noche.
Protéjase: use repelente todo el tiempo; eso sí, tenga cuidado con los niños, porque el exceso puede ser tóxico. Mejor dicho: pregúntele al pediatra antes de untarle cualquier cosa.
Ropita: ¿si? Tenga presente que la época no está para andar de manga ?sisa? y tanga narizona por todo lado. No le dé ideas al mosco.
Más bien tápese: manguita y pantalones largos, en tonitos claros. Recuerde que estos asesinos voladores son atraídos por el color oscuro. ¡Ah! El que descuide los tobillos, lleva.
No se fresquee: si está de malas y lo picó este bicho, los síntomas aparecerán de 5 a 9 días después. Así que si pasado este tiempo resulta con dolor de cabeza, fiebre, escalofrío, náuseas y dolor de huesos, eche pal médico, así los demás le digan que es una gripita. No se confíe.
Cuente: cuando llegue al médico insístale que estuvo en tierrita caliente, sóbelo, pregúntele si lo suyo es dengue. Si no le pone cuidado, repítale y no salga del consultorio sin estar seguro de que lo oyó. No importa que él le diga que usted soba mucho.
Por último: lea esta columna en familia, y aunque no es ni la más científica ni recoge toda la información, téngala presente cada vez que se vaya de veraneo.
No se automedique ni juegue al médico. Ante cualquier síntoma, sobre todo en los niños, no espere. Consulte. Si tiene dudas de si el sitio que visitará tiene dengue o no, mejor eche pa tierra fría.
Por Carlos Francisco Fernández Asesor médico de EL TIEMPO
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