Una persona dice, en promedio, tres mentiras en una conversación de diez minutos.
Investigadores de la Universidad de Haifa (Israel) anunciaron, hace algunas semanas, que habían construido un aparato que permite, mediante el análisis de los rasgos y los estilos de la escritura de una persona, determinar si dice la verdad o no.
La herramienta fue producto, según los científicos, de una investigación que demostró que cuando una persona miente su caligrafía experimenta un cambio significativo, imperceptible para el ojo el humano, pero que sí puede analizarse por computador.
Hay que decir, no obstante, que no hay aparato que alcance para detectar a todos los mentirosos del planeta, pues según los resultados de otro estudio, esta vez de la Universidad de Southampton (Reino Unido), "una persona normal dice, en promedio, tres mentiras en una conversación de diez minutos, sin contar las omisiones y las exageraciones".
Investigadores de la Universidad de Haifa (Israel) anunciaron, hace algunas semanas, que habían construido un aparato que permite, mediante el análisis de los rasgos y los estilos de la escritura de una persona, determinar si dice la verdad o no.
La herramienta fue producto, según los científicos, de una investigación que demostró que cuando una persona miente su caligrafía experimenta un cambio significativo, imperceptible para el ojo el humano, pero que sí puede analizarse por computador.
Hay que decir, no obstante, que no hay aparato que alcance para detectar a todos los mentirosos del planeta, pues según los resultados de otro estudio, esta vez de la Universidad de Southampton (Reino Unido), "una persona normal dice, en promedio, tres mentiras en una conversación de diez minutos, sin contar las omisiones y las exageraciones".
Las personas son mentirosas por naturaleza.De hecho se considera que la honestidad pone a las especies más cerca de la extinción: son comunes las imágenes de animales perseguidos que se mimetizan o de primates que esconden la comida.
Es más, se ha sugerido que la mentira en la vida social de las especies contribuyó a la rápida expansión de la inteligencia; así lo comprobaron estudios de la Universidad de Sheffield, en el Reino Unido, y la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos.
Utilizando técnicas de resonancia magnética funcional demostraron que al momento de decir una mentira se produce mayor actividad cerebral y se activan las regiones prefrontales, las más desarrolladas en los humanos: "El cerebro siempre está listo para decir la verdad y para mentir necesita organizarse. La materia gris tiene que hacer un trabajo extra cuando va a engañar. Se activan zonas del corte frontal que desempeñan un papel en la atención y concentración, además de otra área del cerebro responsable de vigilar los errores", dicen.
¿Por qué se miente?
Se sabe que cualquier persona que no sea capaz de decir mentiras está en franca desventaja, pues la vida social humana gira en torno a ocultar o a cambiar la verdad. "Para la muestra está que la gente más aceptada es la que se adapta a unos modelos que, al no ser los suyos, constituyen una mentira", dice el psiquiatra Rodrigo Córdoba.
La gente cae en mentiras para obtener algún tipo de beneficio, "el verdadero problema se presenta cuando ésta lleva implícitas la manipulación y la explotación de otro", explica la psiquiatra Olga Albornoz.
Córdoba dice que hay distintos tipos de mentiras, "las que son inocentes, casi inconscientes; las interesadas, que pueden ser voluntarias pero inofensivas, y engaños que crecen de manera fabulosa".
Ese es el caso de la estadounidense Tania Head, quien durante seis años se hizo pasar por sobreviviente de los atentados a las Torres Gemelas; el mundo la conoció por su activismo a favor de los afectados y los conmovedores relatos de ese día, que luego resultaron falsos.
A tal grado mintió, que su nombre no era Tania sino Alicia. Llegó a ser presidenta de la Red de Supervivientes del World Trade Center, lugar en el que nunca había estado.
Otro ejemplo es el del español Enric Marco, que durante tres décadas recorrió el planeta contando su experiencia en un campo de concentración, tanto que llegó a ser condecorado por las autoridades de su país. "No mentí por maldad; sólo lo hacía porque así me prestaban más atención", dijo en una rueda de prensa que él mismo convocó para confesar que nunca había estado en un campo nazi.
Hay mentiras de mentiras
Un niño que rompe un jarrón sin querer, y dice que no fue, no es igual a un compañero de trabajo que le echa la culpa a otro por un error que cometió. Ambos buscan evitar el castigo, pero lo que diferencia a una mentira de otra es la mala fe.
"Es otro estatuto de la mentira y puede derivar en patologías del orden de la manipulación y la psicopatía", dice Hugo Dvoskin, del Centro de Salud Florentino Ameghino.
En este rango entran los estafadores e inescrupulosos que dañan a otros y no sienten culpa. La confianza es vital para juzgar si hubo mala fe o no.
Al parecer los seres humanos tienden a creer que los demás dicen la verdad. En una revisión de estudios sobre el tema, el investigador Jaume Masip, de la Universidad de Salamanca, concluyó: "Las personas identificamos con mayor facilidad verdades que mentiras, porque tendemos a considerar que los demás dicen la verdad, lo cual aumenta nuestra precisión a juzgar verdades (60,3 por ciento) y la reduce al 47 por ciento al juzgar las mentiras".
eltiempo.com
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