MADRID.- La imagen de un paciente que sale de la consulta sin saber muy bien qué es lo que le pasa ni el tratamiento que debe seguir empieza a formar parte del pasado. Ocupa su lugar un usuario de la sanidad que ha adquirido los conocimientos necesarios para controlar su enfermedad y sacar el máximo provecho a las visitas al médico.
Muchas personas ya ha hecho ese aprendizaje por su cuenta y riesgo. Sin embargo, ahora cuentan con más apoyo institucional y ya no se trata simplemente de educar a la población, sino de instruir a ciudadanos para que se conviertan, a su vez, en formadores. Es muy posible que el año que está a punto de comenzar sea el del despegue definitivo de los programas de pacientes expertos.
Otra percepción que pierde fuerza es la del profesional sanitario contrariado por los amplios conocimientos que ha adquirido su 'clientela'. Al contrario: es cada vez más consciente de que la alfabetización sanitaria de la población le reporta indudables beneficios. Según Joan Carles March, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), estas iniciativas, además de aumentar la autoestima de quienes participan en ellas y mejorar la adherencia a los tratamientos, "reducen las visitas a las consultas médicas y a las urgencias".
Antecedentes
La experiencia acumulada sobre los beneficios de educar en prevención y cuidados sanitarios empieza a ser considerable. Todo comenzó hace tres décadas en la Universidad de Stanford (EEUU), donde un equipo de investigadores comenzó a elaborar y evaluar un conjunto de programas de formación para las personas con enfermedades crónicas. Con el tiempo, instituciones de multitud de países han ido sumándose a este método y han desarrollado iniciativas similares.
De hecho, muchas han sido acreditadas por la Universidad de Stanford. ¿Cuál es la clave del éxito? Nada más y nada menos que la eficacia. Ha quedado demostrado que formar a los pacientes en su autocuidado reduce los gastos sanitarios, mejora la utilización de los recursos sanitarios y, sobre todo, incide positivamente en la salud de la población.
Aunque de forma algo tardía, España también se ha subido a este tren. En 2006, la Universidad Autónoma de Barcelona y la Fundación Biblioteca Josep Laporte crearon la Universidad de los Pacientes, dirigida por Albert Jovell. "El proyecto surgió por una demanda de las asociaciones", señala el también presidente del Foro Español de Pacientes.
En 2009 ha concluido la fase piloto del proyecto y en 2010 comienza la etapa de consolidación. "Contamos con 16 personas acreditadas por la Universidad de Stanford para impartir programas de pacientes expertos en enfermedades crónicas", explica Jovell. La institución ya ha desarrollado más de 30 cursos presenciales por toda España. Su metodología está basada en la transferencia de competencias, por lo que los módulos de formación son eminentemente prácticos. Por ejemplo, en el caso de la diabetes, se enseña cómo medir la glucosa, cómo se toman los fármacos para esta enfermedad, qué dieta seguir, la importancia de hacer ejercicio físico, etcétera.
Las clases no se dan "de un tirón", aclara Jovell, sino "a lo largo del tiempo, con el fin de que los participantes vayan consolidando las capacidades adquiridas".
Ciudadanos
Joan Carles March es uno de los ideólogos de la Escuela de Pacientes, financiada por la Consejería de Salud de Andalucía y gestionada por la EASP. Se inició hace unos tres años, aunque no abrió sus puertas hasta 2008. "Está centrada en las enfermedades crónicas", explica March. Insuficiencia cardiaca, diabetes y fibromialgia son algunas de las patologías representadas. El experto define el proyecto como una conjunción de ciencia y experiencia: "La idea es combinar todos los elementos de la medicina basada en la evidencia con los cuidados basados en las vivencias de los pacientes".
March coordina, asimismo, la Red Ciudadana de Formadores en Seguridad del Paciente de la Agencia de Calidad del Ministerio de Sanidad. "Tiene la característica única de que parte de una red de asociaciones de usuarios, consumidores y pacientes", expone. A diferencia de las anteriores iniciativas �a las que habría que añadir el Programa Paciente Experto de la Fundación Educación, Salud y Sociedad� no se dirige únicamente a los enfermos.
Tras un primer taller preparatorio en 2008, comenzó a funcionar en 2009 en tres áreas: medicamentos, cuidados de las personas dependientes y prevención de infecciones. «Además de conocimientos en esos ámbitos, enseñamos habilidades docentes», señala el coordinador. La red ya cuenta con 18 ciudadanos expertos, dos de los cuales han adquirido formación de segundo nivel, lo que significa que pueden 'adiestrar�'a otros profesionales. De cara a 2010, el objetivo es "llegar a todas las autonomías y al mayor número de ciudadanos posible", asevera March.
MARÍA SÁNCHEZ-MONGE/elmundo.es
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