Con seriedad se los digo: hay que reírse y punto. El mismo Sigmund Freud les concedió a las carcajadas genuinas la capacidad de liberar al organismo de la mala energía.
No es chiste. Como científicamente se ha demostrado que la corteza cerebral libera impulsos eléctricos negativos instantes después de comenzar a reír, hoy batir las mandíbulas con ganas se utiliza en el tratamiento de innumerables enfermedades.
Cuando la gente se ríe el adusto cerebro emite órdenes para que se produzcan una sustancias conocidas como endorfinas, emparentadas con la morfina, que además de aliviar el dolor fortalecen la capacidad de las células blancas de la sangre para defender al cuerpo contra virus y bacterias. ¿Qué tal?
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